Hacía horas que se fue la luz en todo el vecindario, hacía frío y yo estaba descalza y en tirantas, escondida tras haber oído como alguien trataba de forzar la cerradura de la parte trasera de la casa. Entonces decidí llamar a la policía, pero descubrí que por algún motivo tampoco había cobertura.
En un arrebato de valor, salí de mi escondite y el maldito suelo crujió. Entré en pánico, no sabía quién o qué había ahí fuera y ahora yo había delatado mi posición. Pero en un intento de imitar esas películas que tantas veces había visto, hice un intento de pirueta, que quedó en hacer cutremente la croqueta y traté de meterme en el armario más cercano, pero al intentar abrir la puerta del armario, descubrí que estaba atascada y no se movía ni un centímetro, dejándome atrapada en la oscuridad con el corazón latiendo a mil por hora. Contemplé pavorosa de la situación, mis dos únicas opciones; esconderme tras las cortinas o meterme bajo la cama. Escuché fuertes pisadas en la escalera, así que decidí...